La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) define a un Migrante como la persona que se desplaza, o se ha desplazado, a través de una frontera internacional o dentro de un país, fuera de su lugar habitual de residencia, independientemente de su situación jurídica; el carácter voluntario o involuntario del desplazamiento; las causas del desplazamiento; o la duración de su estadía.

Los migrantes poseen derechos humanos y libertades fundamentales e inalienables que son universalmente reconocidas en instrumentos internacionales como la Declaración Universal sobre Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948.


Los grandes desplazamientos de refugiados y migrantes afectan a todos los Estados Miembros de la ONU, por lo que es necesario estrechar la cooperación entre ellos y establecer un reparto de responsabilidades. El 16 de septiembre 2016 la Asamblea General de la ONU acogió la Cumbre de la ONU sobre los Refugiados y los Migrantes con el fin de unir a los países en torno a un enfoque más humanitario y coordinado.
Durante esta Cumbre, los Estados Miembros de las Naciones Unidas adoptaron un conjunto de compromisos, conocido como la Declaración de Nueva York para los Refugiados y los Migrantes, que expresa la voluntad política de los dirigentes mundiales de salvar vidas, proteger derechos y compartir la responsabilidad a escala mundial. Asimismo, reconoce la contribución positiva que hacen los migrantes al desarrollo sostenible y se compromete a proteger la seguridad, la dignidad y los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos los migrantes, independientemente de su estatus migratorio.


En esta misma instancia, los Estados Miembros acordaron cooperar en la elaboración de un pacto mundial, que se aprobó en la Conferencia Intergubernamental Sobre Migración Internacional en diciembre de 2018 en Marruecos, cuyo objetivo fue abordar el fortalecimiento de los derechos laborales de los trabajadores migrantes; la mejora de los datos sobre migración para elaborar políticas basadas en datos empíricos; o salvar vidas y establecer esfuerzos internacionales para los casos de migrantes desaparecidos, entre muchos otros asuntos. La implementación del Pacto mundial representará un avance en la gobernanza de la migración de una manera que aumente sus beneficios para las personas, las comunidades y los países, y reduzca sus riesgos para todos. Cabe señalar que Chile no asiste a la Conferencia de Marruecos, debido a que no está de acuerdo con la ratificación de este acuerdo por la igualdad de derechos que otorga a las personas migrantes regulares e irregulares.


Migración y Salud Mental


La Salud Mental de las personas migrantes se ve afectada por diversos factores como la adaptación a nuevos idiomas, culturas, tradiciones y sistemas de funcionamiento social; cambios que pueden generar un aumento en los niveles de estrés y que logran autorregularse dependiendo de cómo cada persona se adapta a estos nuevos entornos, rutinas y modo de vida en el país de destino.

Investigadores chilenos como Ramón Florenzano, académico del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Oriente, señala que el aumento de la migración ha representado un desafío para el sistema de salud, particularmente, para los servicios de salud mental, ya que los migrantes serían más vulnerables psicosocialmente.
En este contexto, junto a Arturo Roizblatt, investigaron de qué manera los migrantes accedían al sistema de salud, cuántos consultaban, por qué razones lo hacían y qué tipo de problemas presentaban. Uno de los principales antecedentes que arrojó este estudio, realizado en distintas instituciones de salud de la Región Metropolitana, fue el bajo nivel de consultas en el área de salud mental. De acuerdo al especialista, esto se debe principalmente porque “los migrantes tienen cierto grado de reticencia a consultar en este ámbito, porque en sus países de origen, en particular Haití, la psiquiatría no es una especialidad central como lo es en Chile. Estas personas consultan principalmente por razones físicas, donde llegan al servicio de urgencia y luego de un examen, recién son derivados al servicio de psiquiatría”.


Junto con lo anterior, Florenzano indicó que los migrantes no tienen más problemas de salud mental que la población chilena, ni enfermedades psiquiátricas más severas, “pero sí tienen más consecuencias provocadas por el estrés que dice relación con el proceso de aculturación, la falta de redes de apoyo y el sentimiento de desarraigo. Además, el estudio mostró que este grupo tiene mayor riesgo de intento suicida, fundamentalmente de suicidio impulsivo”. Junto con el estrés, tienden a desarrollar problemas psiquiátricos comunes como angustia, depresión, insomnio, es decir, cuadros que se pueden tratar de forma ambulatoria y que se presentan mayormente cuando recién llegan al país, es decir en su proceso de adaptación. En este sentido, quienes logran adaptarse de buena forma, permanecen sanos, sin embargo, aquellos que no lo consiguen son los que tienen mayores dificultades y riesgos de padecer alguna enfermedad mental” (Florenzano, 2019).

La migración asociada a malas condiciones psicosociales como una situación social vulnerable, condiciones laborales precarias, vivir en situación de hacinamiento y mala calidad de las viviendas, entre otras, son variables que al conjugarse tendrán implicancia en la salud mental de las personas. Experiencias como estas se expresan en depresión, drogodependencia y violencia, debido a las tensiones a las que se ve sometido el migrante al enfrentarse a una sociedad y cultura distinta.


Por tanto, es necesario abordar la migración considerando que el factor cultural se puede convertir en un elemento estresante para las personas. En este sentido, desde el ámbito de la salud mental se hace necesario incorporar perspectivas multiculturales en los procesos de atención en poblaciones de inmigrantes, lo que implica como primera acción disminuir la brecha idiomática; sobre todo porque el proceso migratorio ha tenido respuestas xenófobas desde ciertos grupos de la comunidad general, lo que ha hecho que las barreras socioculturales sean más notorias y comiencen a conformar un problema de estigmatización racial.


Por lo anterior, resulta urgente sensibilizar a la comunidad y a los profesionales de salud sobre las condiciones migratorias y los factores de riesgo que aumentan la probabilidad de desarrollar problemas de salud mental, a fin de que la atención que se da no sea sólo una instancia de trabajo terapéutico, sino también un proceso de acogida y apoyo para las personas que sólo buscan una nueva y mejor oportunidad.