La mentalización es una capacidad exclusivamente humana que nos permite entendernos a nosotros mismos y a los demás en función de lo que está ocurriendo en nuestro interior. Si el desarrollo de nuestra mentalización es el adecuado, podremos regularnos emocionalmente y desarrollaremos un sentido del self sano.
Esta capacidad nos ayuda a tener conciencia de lo que estamos sintiendo, nos da un sentido de nuestras cualidades personales, permitiéndonos tener una idea de cómo somos vistos “desde afuera” y así acercarnos a comprender las reacciones de los demás hacia nosotros. Por otra parte, nos ayuda a considerar las motivaciones y emociones de los otros y a considerar sus conductas desde esta perspectiva. Nos permite tener cierta idea de los límites de nuestra capacidad para saber lo que está en la mente de los otros, así como mostrar curiosidad por ver el mundo desde la perspectiva de los demás, entendiendo que nuestra perspectiva influye nuestras decisiones y en cómo vemos a los demás. Todo esto nos advierte para ser conscientes de que nos podemos equivocar al intentar comprender el modo en que se comportan los demás y nos invita a vivir el desacuerdo como una oportunidad de enriquecer las relaciones interpersonales.
En definitiva, el desarrollo de la mentalización a lo largo de la infancia e inicio de la adolescencia van a influir de manera fundamental en nuestra salud mental y bienestar emocional.
La cualidad de nuestra mentalización afectará el modo en que enfrentamos las experiencias difíciles. Cuando somos capaces de comprender nuestros comportamientos y los de los demás, el mundo de las relaciones se vuelve más predecible y seguro. Asimismo, cuando no entendemos por qué nos sentimos como nos sentimos, o cuando malinterpretamos las intenciones de los demás, las relaciones se vuelven confusas y aparecen las dificultades, los conflictos y el miedo.
Si bien la capacidad de mentalización es, en parte, innata, también depende de las cualidades del entorno de aprendizaje social en el que nos desarrollamos. He aquí lo fundamental de que los padres seamos reflexivos y consideremos a nuestros hijos, desde que son guaguas, como personas con una mente propia y seamos unos verdaderos “reguladores emocionales”, ayudándolos repetida y consistentemente a regular sus estados emocionales desbordados por el miedo, enojo, angustia o incomodidad.
En la evidencia empírica de la que disponemos hoy, los padres como figuras principales en el desarrollo de nuestros hijos, tenemos un rol fundamental en generar una “buena mentalización” que les permita generar salud mental y bienestar socio emocional.
