Cuando enferman físicamente nuestros hijos, no dudamos en consultar al médico. Esto que nos parece tan normal, pero muchas veces nos cuesta aplicarlo en el ámbito de la psicología. La necesidad de obtener un servicio de atención psicológica para el niño, niña o adolescente se hace mayor ante situaciones extremas que pueden afectarlos, tales como situaciones en el ámbito familiar, maltrato físico y/o psicológico, déficit de atención, hiperactividad, depresión etc.

El análisis de los factores ambientales y biológicos puede permitir comprender su comportamiento y la presencia de trastornos en el ámbito social, emocional y afectivo o en el aprendizaje. Entre los problemas de salud mental más habituales durante la infancia destacan los trastornos del neurodesarrollo, emocionales y del comportamiento. Todos ellos, en función de su gravedad, tienen un impacto en el bienestar psicológico y social de los niños, de su familia y de su entorno, por lo que es fundamental detectar estos problemas y tratarlos cuanto antes.


En la psicoterapia infantil se trabaja en abordar las dificultades, necesidades y características que presenta el niño, niña, adolescente y su familia en particular, con el objetivo de aumentar su bienestar social y emocional. Al igual que un médico entrega las instrucciones a los adultos, el trabajo puede llevarse a cabo, en un alto porcentaje, con los padres. Quienes acuden a exponer la situación y a partir de ahí, el psicólogo escucha, indaga, evalúa y si lo estima necesario comenzará la intervención con los padres, con el menor o con las dos partes. Se entregan pautas a los padres, para que sean ellos mismos quienes vayan aplicando los cambios en casa para afrontar y resolver el problema, empezando a constatar la mejoría del menor y rebajar la ansiedad de la familia en general. El terapeuta infantil usa la aceptación en el vínculo terapéutico para tranquilizar a los niños, ayudarlos a generar un cambio de comportamiento y enseñará habilidades para manejar mejor sus emociones. Utilizará diferentes estrategias, métodos o técnicas en las sesiones, junto con las pautas que se ofrecen a los padres, con el objetivo del desarrollo de nuevas habilidades para afrontar las dificultades, gestionar mejor las emociones, pensamientos y conductas.


Señales que indican la necesidad de consultar a un psicólogo infantil.
Existen una serie de conductas que se convierten en una señal de alarma e indican que es necesario consultar a un especialista. Entre las más comunes, se destacan las siguientes:


Cuando ves muchas señales de tristeza persistente en los pequeños. Cuando tus hijos/as están constantemente desanimados, apáticos, sin ganas de hacer nada o tiene cambios bruscos de humor y esto perdura con el tiempo, es necesario acudir a un psicólogo infantil.


En caso de que surjan problemas físicos sin una causa médica. Por ejemplo, si el niño tiene dolor de cabeza, trastornos digestivos y problemas de la piel que no tienen una causa médica, pueden ser una señal de un problema psicológico que lo desencadena.


En cualquier etapa del desarrollo infantil el contacto con los demás es uno de los pilares que fomentan su buen desarrollo psicológico. Si observas que constantemente tiende a evitar interacciones sociales, el psicólogo podrá determinar si realmente existe un trastorno o algo que debemos tratar.


Es normal que en algún momento los niños o adolescentes se pregunten sobre la muerte. Pero cuando esta temática se convierte en un tema común, recurrente puede ser señal de que existe un problema emocional.
La ira, enojo, irritabilidad extrema y persistente en forma de pataletas puede ser un síntoma de que se requiere de la observación de un psicólogo/a infantil.


Cuando se presenta un aumento de la distractibilidad, hipomotivación. El niño no hace sus tareas, nos llaman del colegio para preguntar si está pasando algo ya que su rendimiento está bajando notablemente.
La pérdida de peso drástica sin un origen médico detectado, puede indicar la presencia de un problema o necesidad no atendida. En muchos casos puede indicar patologías comunes como la ansiedad o la depresión infantil.


Uno de los primeros aspectos que se ven afectados cuando hay un problema psicológico en el niño/a es precisamente su rutina de sueño. En el caso que existan muchas dificultades para lograr una buena rutina al dormir, quizá se requiere de la consulta de un psicólogo infantil.


Para acudir al psicólogo no es necesario esperar que aparezca el problema. Cambios de casa, de colegio o situaciones, como el nacimiento de un hermano, un divorcio o el fallecimiento de un familiar, pueden provocar cierto malestar evidente o no en su comportamiento. Es necesario que el niño se adapte a estos cambios y un psicólogo infanto juvenil puede ayudar en esta tarea, evaluando sus conductas y poniendo sobre la mesa ciertas estrategias para superar estos cambios de una manera adecuada. En otras ocasiones en las que sería aconsejable pedir asesoramiento psicológico, es ante un problema de conducta evolutivo pero que está presentando dificultades a los padres a la hora de manejarlos, lo que puede desencadenar en un problema emocional y conductual en el niño en un futuro y en la familia en general.


Crees que tu hijo/a requiere de la intervención de un profesional de salud mental. ¿Es necesario comentarle antes donde vamos? ¿Cómo se lo digo? ¿Cuándo es mejor informarle?
Para los padres puede resultar difícil comunicar a los pequeños la decisión de llevarlos al psicólogo/a. Hablar con los niños sobre la terapia infantil con anticipación remitirá que puedan comprender lo importante que es acudir a un especialista. Personalmente, recomiendo que se le explique que al lugar donde irán habrá una persona donde vas a conversar, a jugar y aprender cosas entretenidas e interesantes… por ejemplo, a calmarte cuando te pones nervioso en clase, a hablar con tus compañeros, técnicas que te ayuden a estudiar. La clave de la comunicación con los niños, es usar un vocabulario que sea comprensible para ellos. Por lo tanto, deberás hablarles sobre que ese será un lugar seguro dónde podrá hablar sobre lo que considere importante, sobre sus inquietudes o dudas.


En el caso de los adolescentes, es distinto. Nos podemos encontrar con jóvenes que vienen traídos de las orejas por sus padres, porque en casa, en clase, a nivel social la situación se ha vuelto insostenible. Porque al psicólogo, al igual que al dentista, vas solo cuando ya no soportas más el dolor, la prevención de la Salud Mental no está integrada. Además, la adolescencia es una edad en la que hay que ganarse la confianza, les tienes que demostrar que va a ser un proceso que va a merecer la pena. Es por esto, por lo que es importante que no vengan engañados, tipo “encerrona”, porque aumentan las probabilidades de que se resistan a volver o a que la terapia no funcione. De manera, que lo mejor, es sentarse con ellos y hacerles ver que por los sucesos que están viviendo, es importante tratar el asunto con la mediación de un profesional, con quien podrán hablar y buscar soluciones que satisfagan en la medida de lo posible a todas las partes. En la adolescencia el hecho de hacerles ver que nosotros también vamos a recibir cierta ayuda, pautas, etc. les anima y les hace estar más implicados. También, podemos proponerles el buscar juntos en internet varias opciones de psicólogos y dejarles que puedan elegir con quien consideran que podrían sentirse más cómodos, haciéndoles sentir que tenemos en cuenta su opinión y que forman parte de esta decisión tan importante, que es la elección del profesional que va a ayudarnos. Con ello además, estamos potenciando la motivación de los jóvenes para llevar a cabo la terapia de forma productiva y no boicoteadora, como puede ocurrir.


¡Fuera estigmas! Afortunadamente está cada véz más normalizado el acudir al psicólogo/a pero, sigue habiendo reticencias por parte de algunas familias. Esto es debido a que todavía existe una visión negativa sobre lo que supone acudir a consulta. Recuerda que cuidar la salud mental durante la infancia y la adolescencia es fundamental para prevenir alteraciones o dificultades en su desarrollo y bienestar que pueden persistir o agravarse al llegar a la adultez.