En muchas ocasiones, el perfeccionismo procede de la idealización y las expectativas que otros han puesto sobre nosotros. Así, aprendimos a no saber lidiar con el error, y esos aprendizajes se fueron generalizando y abarcando diversos aspectos de nuestra realidad, llevándonos a ser unos perfeccionistas insaciables.


¿Tiendes a posponer para otro momento las tareas y responsabilidades más importantes? ¿Eres de esas personas que pierde el tiempo en las redes sociales o viendo la televisión para evitar abordar proyectos o deberes personales?
Si es así, seguro que hasta te habrás terminado enojando contigo mismo por lo flojo o mal organizado que eres. Sin embargo, la procrastinación (postergar constantemente determinados eventos) puede tener mucho que ver con la autoestima.


Cierta procrastinación es normal
En mayor o menor medida, todos hemos procrastinado en alguna ocasión. Y hasta cierto punto, tiene sentido que escojamos un momento adecuado, en el que nos sintamos más motivados o con más energía, para realizar algunas tareas. Sin embargo, para algunas personas, esto se ha convertido en su modus operandi habitual, adoptando este hábito de una manera un tanto insana.


¿Cuándo podemos decir que la procrastinarían se convierte en un problema?
Si bien no es posible determinarlo de manera genérica, podemos decir que esta práctica se vuelve peligrosa si el dejar de afrontar ciertas tareas afecta de manera directa en la vida diaria de esa persona.


Pero… ¿Qué papel juega aquí la autoestima?
Las personas perfeccionistas suelen tener baja autoestima, por lo general no tienden a no sentir valor por ser quienes son, sino que por hacer y tener. Y en ocasiones como no se aprueban a sí mismos, buscan la aprobación de los demás.


¿Qué pasa cuando alguien extremadamente perfeccionista tiene que enfrentarse a realizar una tarea importante? Pues al imponerse unos estándares de perfección tan inalcanzables, la presión que les supone afrontar sus obligaciones hace que opten por aplazarlas todo lo posible.
Asimismo, el auto sabotaje (tendencia a obstaculizar nosotros mismos la consecución de nuestras metas) también es muy propio de las personas con problemas de autoestima. Por ejemplo, cuándo se posponen eternamente tareas que deberían ser realizada pasa que, aunque la persona esté aplazando sus responsabilidades por hacer otras tareas más divertidas, en el fondo no estará disfrutando plenamente de ellas y estará maltratándose por no hacer lo que debería estar haciendo. De esta forma, se presiona mas, estresa y angustia por no cumplir sus obligaciones, lo que lo lleva a criticarse, juzgarse y castigarse más, generándole una sensación de poca valía, insuficiencia y frustración contantes, afectando sus niveles de autoestima.

“Es así como la procrastinación y la baja autoestima están detrás de esta conducta perfeccionista. El que algo no esté perfecto, el poder equivocarnos, el divisar el error en cualquier cosa que hagamos, nos genera ansiedad, nos produce un malestar considerable”

¿Cómo manejar la procrastinación?
Lo idóneo sería exponerse a la imperfección, a hacer de vez en cuando las cosas mal, dejarlas a medias, con ciertos errores; pero esa imperfección, como decíamos, nos genera malestar y, por lo tanto, la evitamos o escapamos de ella en cuanto podemos.
Así, no nos permitimos experimentar toda la curva de la ansiedad, ni aprender que no hay mayor alerta o peligro en la imperfección, por lo que la ansiedad sigue dándose y generalizándose a otras circunstancias similares.
Muchas veces, como no queremos sentir ese malestar, directamente dejamos de hacer cosas, posponemos y posponemos, nos pasamos el día procrastinando, pues de lo contrario tendríamos que enfrentarnos a la posibilidad de que algo no salga del todo bien y, por ende, nos genere ansiedad.
Es más, es que, al haber aprendido a ser expertos en la búsqueda del fallo, por minúsculo que sea, siempre lo vamos a encontrar. Nunca vamos a estar conformes o satisfechos, siempre vamos a creer que podría pulirse todo un poquito más.
Si bien a corto plazo, el procrastinar o posponer nos alivia, nos produce calma, y nos evita sentir ese malestar tan incómodo, a largo plazo nos limita la vida, pues dejamos de hacer cosas, limitamos nuestro repertorio comportamental, dejamos de exponernos a posibles fuentes de disfrute o placer y, en consecuencia, acabamos por sentir un malestar mayor que el que sentimos cada vez que nos exponemos a la posibilidad de imperfección.

“Nos hemos entrenado una y otra vez a lo largo de nuestras vidas para ser especialistas en descubrir ínfimos errores, pues ansiamos la perfección como una especie de reconocimiento y la perfección nunca se obtiene.”

Querer “mejorar” no está mal, querer hacer las cosas “bien” no está mal, pero hay veces en las que lo importante es hacer, independientemente del resultado, de si es óptimo o un completo “fracaso”.
Hacer y exponerse al error…
Hacer y exponerse al error…
Hacer y exponerse al error…


¿Procrastinas más de lo normal? ¿Está afectando esto a tu vida diaria? Pues más allá de ponerte normas que eviten este problema, deberías profundizar más en los motivos que te llevan a ello en compañía de un profesional de la salud mental.