Cómo reconocer señales de alerta y acompañar a nuestros hijos a aprender a manejarlo.

Las presiones a menudo provienen de fuentes externas (como la familia, los amigos o la escuela), pero también pueden surgir de la persona. La presión que nos imponemos puede ser muy significativa, porque a menudo hay una discrepancia entre lo que creemos que debemos hacer y lo que hacemos realmente en nuestras vidas.

El estrés en los niñosdifiere de los síntomas que padecen los adultos debido a la maduración cognitiva, emocional y conductual existente. La etapa de desarrollo es otro aspecto importante, ya que se manifiesta de forma distinta en los más pequeños. Los niños y niñas se acoplan bien a algunos acontecimientos y son capaces de adaptarse a ellos con relativa facilidad. Mientras que a otros puede parecerles una amenaza para sus propias rutinas diarias o las de la familia, o para su sensación de bienestar general.

Respecto a los factores que pueden llegar a incidir en los niños en edad preescolar, el hecho de separarse de sus padres puede ocasionarles ansiedad. Considera que durante tiempo de estrés es común que niños y niñas se muestren más apegados y demandantes hacia sus cuidadores. A medida que los niños crecen, las presiones académicas y sociales, especialmente la tarea de “encajar” crean estrés. Muchos niños están muy ocupados y no tienen tiempo para jugar de manera creativa o relajarse después de la escuela. Los niños que se quejan de la cantidad de actividades en las que participan o se niegan a asistir a ellas pueden estar dando a entender que están demasiado atareados. También se deben tener en cuenta los factores agravantes, como una enfermedad, la muerte de un ser querido o un divorcio, que cuando se suman a las presiones cotidianas que los niños enfrentan, magnifican el estrés. 

Los niños son sensibles no solo a los cambios que los rodean, sino también a los sentimientos y las reacciones de sus padres. Incluso si esos sentimientos no se comunican directamente con palabras. Si uno de los padres pierde el trabajo, los niños tendrán que adaptarse a la crisis económica de su familia; no solo deben enfrentarse a los obvios cambios de presupuesto de la familia, sino también a los cambios en el estado emocional de sus padres. Incluso el divorcio más cordial puede ser una experiencia difícil, debido a que su sistema básico de seguridad (su familia) atraviesa un cambio complicado. Por ende, los padres separados o divorciados deben evitar poner a los hijos en una posición en la que deban elegir un bando, o exponerlos a comentarios negativos sobre el otro cónyuge. 

Otro factor actual, es la pandemia y la necesidad de confinamiento, el exceso desmedido de pantallas, el exceso de información, la falta de ejercicio físico o el no tener contactos con sus pares y familia puede repercutir en la salud mental de nuestros hijos. Es por ello, que debemos estar atentos ante la aparición de ciertas señales o síntomas, así como el mantener una rutina estable y una actitud positiva, claves a la hora de reducir el estrés y la ansiedad en los niños.

 Señales de alerta más frecuentes a considerar.

Si bien no siempre es fácil reconocer el estrés en los niños, generalmente las alteraciones se ven a través de sus comportamientos y ritmos biológicos. Los sucesos estresantes repentinos aceleran la respiración y los latidos del corazón, contraen los vasos sanguíneos, aumentan la presión arterial y la tensión muscular, y pueden provocarles molestias estomacales y dolor de cabeza. 

A medida que la tensión persiste, puede hacer que el niño o niña sea más susceptible a enfermarse y sentir fatiga, pérdida del sueño, pesadillas, rechinar de dientes, falta de apetito o depresión. Los niños se pueden volver irascibles o sus calificaciones escolares se pueden ver afectadas. Su comportamiento y su disposición para cooperar pueden cambiar. Los niños más pequeños pueden mostrar signos de reacción frente al estrés al adoptar nuevos hábitos, como chuparse el dedo, enroscarse el cabello con el dedo o meterse el dedo en la nariz. Los niños mayores pueden comenzar a mentir, a agredir a otras personas o a desafiar la autoridad. Un niño estresado también puede tener pesadillas, dificultad para irse de su lado, reacciones exageradas a problemas menores y cambios radicales en el desempeño académico.

 ¿Cómo podemos acompañar a nuestros hijos e hijas a reducir el estrés? 

En primer lugar, es importante recordar que cierto nivel de estrés es normal; hazle saber a tu hijo o hija que está bien sentir enojo, temor, soledad o ansiedad y que otras personas comparten esos sentimientos. 

Cuando los niños no puedan o se nieguen a hablar sobre estos problemas, intente hablar sobre sus propias inquietudes. Esto les demuestra que nosotros estamos dispuestos a tratar temas difíciles y que estamos disponibles para hablar cuando ellos estén listos. Ayúdale a tu hijo a enfrentar el estrés hablando sobre sus posibles causas. Juntos, pueden proponer algunas soluciones, como reducir las actividades después de la escuela, pasar más tiempo hablando con los padres o los maestros, o llevar un diario. Es importante también que incentives el ejercicio físico, para liberar tensiones. Y el contacto on line con los amigos, abuelos o primos, también les ayudará. A su vez, podemos fortalecer vínculos, a través de los juegos o actividades en familia.

Otro factor relevante a considerar, es que los padres nos presentemos como ejemplo para nuestros hijos gestionando adecuadamente nuestros propios estados de ansiedad y periodos de estrés delante de ellos. La paciencia, la tranquilidad, la calma y la capacidad reflexiva ayudan a los niños a desarrollar actitudes parecidas generando recursos para evitar estrés. También es importante hacer a nuestros hijos participes de la resolución de problemas cotidianos y familiares, escuchándolos y valorando sus opiniones. Y el respetar el “ritmo del niño” evitando comparaciones con sus hermanos o amigos, asegurándoles que tienen nuestro amor incondicional, nunca sujeto a la perfección con la que desempeñe sus tareas. Además, el adelantarnos a las situaciones posiblemente estresantes y prepararlos para enfrentarlas puede ser útil. Por ejemplo, avísales con anticipación. La seguridad es fundamental.

El descanso adecuado y la nutrición correcta, así como una crianza sensible y respetuosa, pueden aumentar las habilidades para enfrentar las situaciones. Hacernos un tiempo para nuestros hijos todos los días. Estar disponibles para ellos, ya sea que necesiten hablar o simplemente estar en el mismo cuarto. Para nuestros niños es más complejo, porque no tienen desarrollado el autocontrol, no tienen conciencia de que están en un estado de estrés, porque no lo conocen. Somos nosotros quienes debemos estar atentos y buscar atención profesional si cualquier cambio en la conducta persiste, si el estrés causa ansiedad grave o si la conducta genera problemas significativos en el funcionamiento diario en la escuela o el hogar.