Este es un tema que moviliza muchas emociones e interrogantes, sobre todo porque sigue siendo algo de baja socialización dada su naturaleza: se habla poco y se devela poco, a pesar de que es muy común en las consultas psicológicas, sobre todo de quiénes trabajamos con adolescentes.
Autolesiones se refiere a todas aquellas acciones deliberadas en que una persona se infringe daño a sí misma a través de cortes, rasguños, quemaduras, mordidas, golpes, sin la intención de causarse la muerte, pero si la de causarse daño y dolor. Estos aspectos son importantes para diferenciarlas del grupo más general de autoagresiones, en que la persona se agrede a sí misma, pero no necesariamente en forma consciente y no tiene una consecuencia inmediata, por ejemplo consumo de drogas y, por otro lado, de la intención suicida como tal, aunque la relación entre ambas es estrecha.
Aparece ligado a una serie de problemáticas psíquicas y es muy frecuente en la adolescencia, siendo este el grupo en que más se hace presente. Como la naturaleza de las lesiones es de poca gravedad, en general no requieren asistencia médica, tienden a ser ocultadas y son descubiertas por los adultos a cargo después de mucho tiempo de iniciadas, razón por la cual es una “condición silenciosa”. Suele comenzar en la pubertad o adolescencia y se mantiene como respuesta frente al malestar que pueden experimentar los adolescentes, que no encuentran otra forma de tramitarlo.
Indudablemente, es una realidad asociada a mucha angustia, en general, quiénes la viven pueden dar cuenta de este malestar, sin embargo, parece tener un carácter inabarcable, poco definido, masivo, sólo saben que se sienten muy mal, pero no saben por qué, ni cómo manejarlo. También describe a la acción del “cutting” como la respuesta a esta angustia, una sensación asociada a un dolor que calma, al menos momentáneamente. También, hay quienes manifiestan en la sensación de corte, una conexión con lo vital, con volver a sentir, a reconocerse vivo y en un cuerpo que contiene, tras eso, hay mucho vacío y tristeza.
Esto me parece que es muy significativo, porque lleva a comprender que tras estos comportamientos hay un intenso malestar que no puede ser nombrado, que se deposita en el cuerpo como problemática y como solución. Este aspecto suele ser el más difícil de comprender por parte de los padres: ¿por qué algo que le duele o que le hace daño al mismo tiempo lo alivia?.
En la adolescencia, la efervescencia del trabajo de tránsito por la misma, pone toda la corporalidad en juego, a través de ella se conoce el mundo, se inserta en el entramado social, se dispone de potencia y se prueba la salida de los límites endogámicos de la familia, es decir, el adolescente prueba que es distinto de los padres, que tiene cosas de ellos, pero que su lugar es diferente, que va a buscar uno propio… A veces, este trabajo, este camino, no es tan simple para ellos y enfrentarse a esto los desajusta, sobre todo cuando en los primeros años de vida hay experiencias que han sido complejas de ser tramitadas o gran desconexión entre cuerpo y psiquismo. En todos los casos, las causas que llevan a un adolescente a recurrir a la autolesión son diversas y particulares de su historia, por eso se hace necesaria la consulta especialista en esos casos, para ayudar a descifrar las razones, conexiones y necesidades que lo llevan a usar este medio como respuesta a su malestar.
Ciertamente, es una manifestación compleja que indica gravedad y requiere atención inmediata, por lo que al saber de alguien que se está autolesionando es importante instarlo a consultar. Aunque no está directamente ligado a la intención suicida, puede ir acompañado de estos pensamientos debido a las emociones que genera y, por otro lado, el patrón de daño puede llegar a causar la muerte, al aumentar en intensidad, incluso de forma accidental. Otras complicaciones asociadas tienen relación con infecciones, cicatrices, y aumento de sentimientos de culpa, vergüenza y de pérdida de control.
Al momento de conocer que alguna persona está atravesando una situación como esta, se requiere ser comprensivo, contenedor y evitar juzgarlo o minimizar la conducta a un mero acto de llamado de atención o de desregulación. Ampliar la mirada, apoyarlo y acompañarlo es lo que necesitan para poder sentirse seguros y recuperarse.
Es difícil anticipar una situación cómo esta o descubrirla, por el carácter secreto que tiene, sin embargo, es importante estar atento a señales como: intenso retraimiento, dificultades emocionales, depresión, soledad y pocas redes afectivas, comportamientos muy desbordados o impulsivos, tendencia a taparse zonas como brazos, piernas o abdomen, baja autoestima y problemas con la autoimagen, entre otras.
Cultivar una buena comunicación y relación con los hijos, que favorezcan espacios de confianza, respetuosos, cuidadosos y amorosos, en que se permita la expresión emocional serán factores protectores una vez llegada la pubertad y adolescencia.
Si conoces a alguien que puede estar sufriendo y ha entrado en este circuito doloroso, te invitamos a buscar ayuda, consultar y hablar sobre este tema para estar alerta y brindar apoyo oportuno.
