No se puede desconocer que todas las personas poseen una historia corporal. Contamos con una vivencia sensorio motriz desde que temprana edad que queda registrada en nuestro cuerpo, desde ahí el cuerpo posee una memoria de estas vivencias. En ocasiones, estas memorias pueden aparecer en las personas en forma inexplicable, pueden surgir como sensaciones agradables, pero en otras ocasiones pueden aparecer en forma extremadamente perturbadora. En este caso pudiera estar asociado a eventos traumáticos, inaccesibles a nuestra memoria verbal y que no han sido integrados.
Lewis Aaron (1998) señala “Nuestros cuerpos, nuestras sensaciones, en particular las sensaciones de nuestras superficies de piel (nuestros “sentimientos y conmociones”), son críticas a la hora de dar forma a nuestras imágenes de nosotros mismos”. Ahora si, consideramos como dice este mismo autor que “en la infancia, nuestras sensaciones corporales se ven en gran medida afectadas por las cualidades del “sostenimiento” y la “manipulación” que recibimos de nuestros cuidadores y, así, que podemos sugerir que nuestro self es primero que nada un cuerpo-tal-como-es-manejado-y-sostenido-por-otro-self, en otras palabras, nuestro self es un self-corporal-intersubjetivo. (Aaron 1998) . Con ello se pretende poner énfasis en la importancia que el cuerpo desde su gestación está en relación con otro, por lo tanto, todas aquellas vivencias de interacción también quedarán desde un inicio registrada. El bebe necesita del otro para sobrevivir, es así que esta relación de cuidado, sostenimiento y manipulación que el niño recibe de su cuidadores y su entorno próximo quedarán registradas en el cuerpo del bebe y contribuirá además a la construcción de su self, desde ahí lo determinante e importante de estas primeas experiencias sensorio motrices en el desarrollo de la persona.
Desde esta perspectiva, es importante dirigir la mirada hacia la relación entre cuerpo y el vínculo de apego, es desde ahí Ogden, Minton y Pain señalan “Es así que Las alteraciones tempranas en el apego tienen efectos perjudiciales duraderos, disminuyendo la capacidad de modular la activación fisiológica, desarrollar relaciones sanas y afrontar el estrés (Sable, 2000; Schore, 1994; Siegel, 1999 en Ogden, Minton y Pain 2006).
Por otro lado, como estos mismo autores señalan en su libro Trauma y Cuerpo que “ En la medida que el “lenguaje” corporal afectivo del infante es correspondido por el cuidador receptivo de forma que refuerza la vivencia placentera, la experiencia positiva en la comunicación no verbal, favorece el desarrollo del sentido de la identidad del infante y condiciona su futura relación con la expresión somática corporal como un medio de comunicación”. Por lo tanto, el niño tendrá el registro de una memoria implícita desde sus primeras experiencias corporales como vivencias placenteras que favorecerán el desarrollo y relación de individuo en su relación con su cuerpo y con el de otros. Sin embargo, los niños que han tenido experiencias de trauma relacional tiene mayor probabilidad de generar un apego inseguro del tipo evitativo o ansioso ambivalente. Por otro lado los niños expuesto a trauma complejo, con cuidadores negligentes, agresivos o abusadores los niños serán niños y posteriormente adultos que podrían generar un apego inseguro del tipo desorganizado mas propensos a la desregulación, estas consecuencias también la observaremos en movimientos físicos externos, con dificultad de relación con el propio cuerpo y la conexión social que la persona que desarrollará a lo largo de la vida, son niños y posteriormente adultos que se presentan en las zonas de hiperactivación o de hipo- activación durante largos períodos de Tiempo y que activa las tendencias de búsqueda de proximidad como de la defensa.
Desde esta mirada, resulta interesante como vamos relacionando nuestros estilos de apego, con lo que va registrando, guardando y posteriormente expresando nuestro cuerpo desde la expresión del trauma. Y como en un lugar seguro terapéutico podamos comenzar a leer, mira, conectar he integrar lo que por mucho tiempo ha estado desconectado e invisible. El cuerpo habla y a veces grita. Vamos conectándolo y dándole un espacio seguro para escucharlo.
